Sitio virtual donde se archivan los ensayos periódicos que escribe Álvaro G. Requena, sobre la situación política, social, económica y de salud en Venezuela.

domingo, 10 de octubre de 2010

Se acabó el secreto

(Artículo de opinión publicado en la red de internet hoy domingo 10 de octubre de 2010)

Los tiempos modernos han traído muchas cosas interesantes y novedosas, también han ayudado a develar misterios milenarios y a deshacer mitos seculares. A lo largo de los últimos siglos hemos venido enterándonos de los porqués de muchas cosas, como la causa de que al día le siga la noche y luego otra vez el día, de que el horizonte se vea curvo y porqué desde un lugar alto veo más terreno en la lejanía que si me quedo en un nivel más bajo. Sabemos que la luna no es de queso, que el cambio de un milenio a otro no es catastrófico y que la muerte sucede, pero no es un personaje. También sabemos qué es el fuego de San Telmo, que planchar con una plancha caliente mientras la mujer tenga la menstruación no la va a pasmar, que si nos bañamos en la playa en Viernes Santo no va a suceder ninguna desgracia en particular, que todas las bebidas alcohólicas contienen el mismo tipo de alcohol pero en concentraciones diferentes, que comer guayaba no causa apendicitis, que ser zurdo no es una desgracia y que si no nos persignamos al pasar frente a una iglesia lo único que sucede es que hemos sido descorteses con la casa de Dios.

La ciencia ha aclarado varios misterios interesantes como el de la separación de las aguas en el mar Rojo durante la huida de los judíos de Egipto o la explicación de las famosas siete plagas. Misterios que han bullido en nuestras mentes desde hace más de cinco mil años y que seguirán allí como símbolo de los logros y penurias de la humanidad, hayan o no explicaciones científicas.

En estos últimos años hemos visto como se afanan los científicos en buscar explicaciones a través de la ciencia, al sudario de Turín. Seguro que la encontrarán y sabremos racionalmente qué es qué. Como debe ser. Pero también es seguro que seguiremos creyendo y venerando los misterios que de antiguo han llenado nuestra imaginación y condicionado nuestras conductas sociales y personales por su hondo significado religioso.

Obviamente que saber es muy importante y cada vez sabremos más, aunque, como dijo Sócrates, “Sólo sé que no sé nada”, pues cada explicación abre otra incógnita y cada pieza de conocimiento descubre nuestro desconcierto ante lo que todavía no sabemos.

Cada día se hace más difícil mantener secretos, efectuar “operaciones encubiertas”, manipular grupos, sociedades, naciones y coaliciones y, por supuesto, condicionar actitudes a montajes de información o al desconocimiento de las mismas.

Le vemos el plumero, como dice el dicho, a casi todo. El pragmatismo de los tiempos modernos nos lleva hasta el cuestionamiento infinitesimal. Cada día es más difícil confiar en las personas y en sus opiniones. Las pruebas pueden ser, como muchas veces han sido, tergiversadas, manipuladas, creadas, plantadas y hasta sugeridas. Cada día, sin embargo, hay métodos más perfeccionados y exactos que permiten descubrir verdades donde antes había barro y confusión. Las técnicas de investigación policial y las exigencias forenses han avanzado mucho. Hasta las entrevistas, los sistemas detectores de la verdad y las técnicas de investigación psicológicas, han dado un salto.

Casi todo se llega a saber. Mantener cosas escondidas es muy difícil. Incluso las lealtades del tipo de la complicidad, están cambiando su sentido. Guardar verdades de los ojos públicos es cada vez más difícil. La onda de la delación está de moda. Desde las mujeres delatando a sus amantes ante su esposa y el público en general, hasta los corruptos contando como lo hicieron, cuanto les costó y quienes participaron de la fiesta. Nada permanece secreto mucho tiempo.

Los adelantos electrónicos juegan en todos los sentidos: para hacer el mal y para delatarlo, para hacer el bien y para anularlo.

Las armas modernas son una amenaza de tal calibre que su uso realmente no se justifica, pero su abuso por la delincuencia, el terrorismo y los comerciantes de la guerra, es una industria y un comercio de tal tamaño, que avergüenza.

El deseo de escalar posiciones sociales, públicas, económicas y hasta políticas, puede ser tan apremiante, que la moral y las buenas costumbres ceden el paso a los descarnados intereses en contra de la sociedad en general y de las personas en especial.

Lo que ayer era malo para todos, hoy puede ser bueno. Si ayer peleamos contra las invasiones y las revoluciones de un determinado signo ideológico, hoy aquellos personajes diabólicos en su momento, son ángeles de cordura y paz para los gobernantes actuales.

Si la corrupción ha existido siempre, algo que sobre lo que no dudo, hoy existe igual. Pero si los años y el estatus socioeconómico legitimaron alguna vez los capitales producto de la deshonestidad, la componenda, los sobornos, las ventas de posiciones de poder o la compra de legitimidades, hoy son igualmente legitimados por transacciones económicas técnicamente enredadas que proveen carta de naturalidad al dinero mal habido. Pero, así mismo, en la actualidad es más fácil seguir cada moneda del principio al fin de cualquier transacción y determinar con poco error su legitimidad.

De lo dicho anteriormente se infiere que las crisis de valores que venían siendo observadas desde hace muchos años y en las cuales, básicamente, se venía perdiendo la actitud responsable del individuo ante sus errores, ha llegado a un punto de no retorno.

No volveremos a ver comerciantes que se fíen de una mano tendida, de un apellido, de una larga amistad o de la recomendación de un amigo. Ya no vemos banqueros que confíen en sus clientes ni clientes que confíen en sus banqueros. Una firma ya no es prueba de nada, deberá venir acompañada de un documento de identidad, de la muestra de la huella digital de uno o ambos pulgares y a veces hasta de un documento que llaman “Fe de vida”, es decir de un documento que de fe de que yo, que estoy frente a usted y le he mostrado mi documento de identidad, mi firma, mi fotografía, mi huella digital, necesito un papel que además diga que soy yo y estoy vivo, no basta que usted me vea y yo le hable y usted me conteste o que nos conozcamos de antes. No vale.

Pues bien, de todo eso se obtiene que cada vez hay menos cosas escondidas, que todo termina sabiéndose. Que las computadores de Raúl Reyes y las del Mono Jojoy están repletas de información que ya algunos conocen y los demás algún día la sabremos. Que Makled sabe más que pescado frito y canta sin parar, como un cristofué. Que Antonio Salas, si es que ese es su verdadero nombre, o Muhamed Abdallah o “El Palestino”, como le conoce la casa editorial que le publica, lo sabe todo sobre el terrorismo, la ETA, los campos de entrenamiento paramilitar en Venezuela y quienes son los gestores, entrenadores y padrinos de tales proyectos “formativos”. Y que otra media docena de iluminados por un súbito destello de consideración humanitaria, han decidido afinar sus gargantas y explorar sus memorias, a ver si de sus reminiscencias surgen las noticias adecuadas que traigan como consecuencia la delación y posterior localización de sus jefes, camaradas, socios, cómplices y amigos, y secundariamente los muy bienvenidos dólares o de la recompensa, o de la fama o de los medios de información. Hasta con las aparentemente dulces y atractivas mujeres que entregan sus bien torneados encantos a personajes famosos y luego se van de boconas y hacen videos que rebotan al mundo entero exponiendo sus encuentros sexuales con esos personajes y lanzando al desgaire a sus familiares y a su esposa. “Justiciera” se llama a sí misma la rubia María La Piedra, que emboscó a Buffon el arquero del Juventus y que, además, le llama cerdo. La justicia que reclama es fácil conocerla: más fama, más shows y más euros.

Esa pérdida de la sindéresis, tan desilusionante para las personas honorables y decentes, es tan necesaria para el adecentamiento de la sociedad, que la propia sociedad estimula su aparición y convierte en seres admirados, seguidos y hasta adorados a personajes que en otras épocas hubiesen sido objeto del rechazo, del aislamiento social y del desprecio de las sociedades, los grupos y las personas y, por supuesto, entre sus pares, motivo de venganza, de ajuste de cuentas y hasta de eliminación colectiva de ellos y de sus allegados.

Ya ni en la dureza de las mafias se puede confiar.

Los callos del alma se liman con dinero y las debilidades con fama y también dinero.

Pero no todo es negativo ni pesimista. Así como algunas autoridades de penales han llegado a pensar que lo mejor para los criminales es hacinarlos para que se maten entre sí y se elimine un problema para la sociedad, o algún coronel o general dictamina que los delincuentes merecen lo peor haciendo innecesario el juicio para probar o no su culpabilidad, ya que hacen superfluo el concepto de la inocencia, la sociedad puede esperar que esos polos de atracción que satisfacen las ansias de dinero y poder de algunos por encima de la decencia, la honestidad, la rectitud, la solidaridad y la conciencia social, sean los que den al traste con quienes les han manejado, manipulado, explotado, utilizado y prostituido. Así que a amarrarse los pantalones los terroristas, los narcotraficantes, los políticos corruptos, los perros de la guerra, los secuestradores, los dictadores, los explotadores de la humanidad, los políticos mentirosos, los agavillados y las mafias de cualquier tipo, que de sus entrañas surgen sus propios verdugos.

Seamos agradecidos como sociedad y demos a aquellos que así lo deseen la posibilidad de obtener por el precio que a ellos les parezca bien las metas de sus particulares desempeños. Veamos sus videos, leamos las noticias, comentemos sus delaciones, apoyemos económicamente su súbita riqueza, compremos sus libros y estimulemos su corrupción que puede llegar a ser un arma eficaz de lucha contra sus patrones, jefes, orientadores, gestores, directores, líderes o modelos. Una manzana podrida, pudre las otras.

No es ético, obviamente, pero es el juego que ha impuesto la deshonestidad, el materialismo y la falta de valores espirituales y sociales.

Estoy seguro de que algún día esa situación se acabará para siempre. El juicio final será, dice la ciencia, cuando el sol explote y nos quememos todos. Cosa que con seguridad va a suceder algún día, todavía lejano. Quizás unos 250 millones de años más. Entretanto seguiremos mereciéndonos que esa quemazón llegue algún día, aunque sepamos científicamente porqué y cómo será.

Archivo del Blog

Acerca de mí

Mi foto
Caracas, Venezuela
Médico psiquiatra en ejercicio