Sitio virtual donde se archivan los ensayos periódicos que escribe Álvaro G. Requena, sobre la situación política, social, económica y de salud en Venezuela.

viernes, 14 de septiembre de 2007

¿Derechos humanos?

Otra vez leemos en los periódicos nacionales noticias sobre maltrato a las personas. Maltrato continuado y vicioso. Maltrato criminal, impune siempre, en el pasado y ahora.

Los hospitales y los módulos de atención primaria, sin médicos, sin equipos y sin insumos. Las emergencias colapsadas por excesivo numero de pacientes, falta de médicos, equipos e insumos y exceso de delincuencia y criminalidad.

Las cárceles y prisiones, sin personal suficiente de custodia, administración y atención al recluso, sin celdas para tantos presos, sin equipos mínimos de servicios, sin camas, colchones, sábanas, cobijas y sin formas adecuadas y decentes de atención a familiares. Sin respeto por los lapsos judiciales y las órdenes de tribunales. Con hacinamiento, humillación e indignidad. La escasez de personal incrementa la violencia de los custodios y guardias para tratar de controlar la rebeldía, rabia y extrema agresividad de los desesperanzados reos.

Los colegios, liceos, escuelas y aulas, bolivarianas o no, desasistidas. Desesperanzados los maestros y los padres, por la falta de equipos, de mantenimiento y por las limitaciones presentes y futuras al horizonte del conocimiento. El próximo paso será la escasez de maestros.

Las ciudades, sin custodios suficientes, sin equipos para servicios de seguridad adecuados y sin poder responder a las necesidades de la población por falta de insumos. Calles en mal estado, pocas reparaciones y cuando las hay, no llegan ni a pañito caliente. Buhonería aplastante en algunas zonas. Irrespeto al peatón, al conductor, al comerciante y a los clientes. Inseguridad generalizada. Exceso de armas de fuego en manos de malandros, asesinos y de cualquiera que lo desee. Robos, hurtos, secuestros express y no express, agresiones, insultos… Es la vida diaria del citadino venezolano.

Los mercados, abastos, automercados y bodegas, desabastecidos siempre en uno o dos rubros, últimamente sin azúcar ni leche, a veces sin pasta, quesos o carne, pollo o cochino. Hay menos productos en los anaqueles. Cada día más y más caros, el pescado, la carne, los aguacates y las frutas en general.

Las farmacias, vendiendo medicamentos a un público que, desesperado, compra lo que le dan en lugar de aquello que le prescribieron y que no se consigue. El temor al futuro sin las medicinas indicadas genera más angustia que el presente de escasez.

El dinero cada vez vale menos. El discurso gubernamental no oculta la progresiva devaluación y la constante inflación que amenaza nuestro salario y por ende nuestra forma de vivir.

La educación, es ahora menos abierta y menos libre, Los talleres y asignaturas ideológicas son más frecuentes y más obligantes, no se estimula el pensamiento, se estimula la memoria caletre que obliga a aprenderse consignas políticas que sólo sirven para demostrarnos a nosotros mismos que ya no somos como antes, ahora tenemos un dueño, no somos libres de escoger, hacer y decir, ahora debemos seguir lineamientos y consignas, no debemos pensar y no debemos disentir. Si disientes eres escoria, si piensas estás siendo dominado por el imperio, si actúas eres, definitivamente, un infiltrado del imperio en la inmaculada Venezuela bolivariana de nuevo cuño.

Las leyes y la Constitución, bien gracias, tatuadas en el papel, no se cumplen, se adaptan a cualquier circunstancia, se usan para amenazar y manipular, se aplican para aterrorizar o para dar bienestar al malechor que paga esquinadamente por su mañosa y astuta aplicación. La reforma a la Constitución es una propuesta del gobierno que es, simplemente, una manipulación artera, para que al votarla en un bloque se aprueben artículos que desafían las libertades y la democracia. Una reforma chucuta y con un interés más personalista que social, que además no contempla por ninguna parte la intención de llevar la paz y la tranquilidad a los hogares venezolanos. No se toca en ella el tema de la inseguridad y además se genera más inseguridad aún. ¿Qué reforma es esa?

Inversiones, no hay, ni de aquí ni foráneas, sólo el gobierno invierte y, a veces, quita a otros para tener. ¿Quién quiere invertir en un país que no tiene seguridad personal ni jurídica? El inversor no es un pródigo que va exponer su dinero, su experiencia y su “know how”, para que luego un gobierno, supuestamente democrático y progresista, sólo progrese en el cambio de las leyes que terminan siendo a su favor y en detrimento del inversor, que verá afectado su patrimonio, su esperanza de negocio productivo y no tendrá un marco legal que lo proteja o al menos le permita recurrir con esperanza a un juicio justo, equitativo y limpio.

La lista de instituciones y aspectos de la vida civil que en nuestro país se han deteriorado, es gigantesca. En resumen, es la carencia de personas preparadas, de equipos adecuados, de mantenimiento y de insumos necesarios, lo que nos está paralizando como nación. Cada vez seremos más dependientes de las importaciones y por tanto del dólar producido por el petróleo, pero también en la petrolera se ve el mismo problema, ni suficientes personas bien preparadas, ni equipos adecuados, ni mantenimiento al día y excesiva entrega de dinero a un gobierno malgastador y manirroto.

¿Qué hacer? Es la pregunta obligada y reiterada.
¿Tendremos que esperar a que a las ranas les nazcan pelos?
¿Estamos condenados hasta más allá del 2021?
¿No hay nada que hacer?

Veamos, esas preguntas que nos hacemos siempre, no tienen respuestas contundentes, pues el problema no es un asunto de acción o reacción. La fuerza, en cualquiera de sus formas físicas, no tiene cabida. Su empleo, por el contrario traería más años de desilusión y desastre socio-político.

La respuesta está en el cambio de mentalidad, en el trabajo lento pero continuo de ser ejemplos adecuados, de mostrar ambas caras de la moneda, de vivir con intensidad y compromiso lo que predicamos. En resumen, debemos ser modelos a seguir y mejorar, debemos instilar en nuestros semejantes la pasión por la libertad y la democracia, el respeto y defensa a ultranza por nuestros derechos y los de los demás. Eso se logrará transmitiendo, a quienes podamos llegar, nuestras ideas y predicando con nuestra conducta. Hay que predicar en todos los ámbitos del país, es labor de apostolado político por la libertad de pensamiento y el respeto humano. Debemos retomar las manidas e irrespetadas consignas políticas a las que no supimos dar una verdad comprobatoria y a las que debemos rescatar para honrar en ellas el respeto por la humanidad y el gentilicio venezolano. Las ideas políticas que se manejaron públicamente en la cuarta república no eran malas, pero no supimos vivir de acuerdo con lo que predicábamos. El mejor ejemplo fue el partido comunista y sus lemas, que fueron reacuñados por la gente del MVR y este gobierno, dejando sin sentido y orientación a un partido de tradición.

Comenzar el final es oponerse aquello que no deseamos, con constancia y firmeza, esa es la fuerza que necesitamos. Saber a que decir NO es importante, pero decirlo es aún más importante. NO, a lo que nos humilla o nos hace indignos, es esencial. NO, a las manipulaciones y trampas del gobierno, es básico. Para decir NO, no es suficiente la palabra o el gesto, hay que escribirlo, hay que insistir y finalmente, hay que usar los medios a nuestro alcance, como las votaciones, para manifestarlo. No importa que mi NO lo silencie la radio o la televisión, o que aparezca manipulado y confuso en un periódico o un noticiario, no importa que mi voto sea manipulado o tergiversado, yo se cómo voté y ellos también, de su trampa surgirá un efecto más tramposo aún, pero no decir NO, no expresarlo por el medio que sea, hace el juego al oficialismo y nos constituye en cómplices silentes y pasivos de sus marramuncias.

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