Primera quincena
(Artículo de opinión
publicado en el diario El Nacional (http://www.el-nacional.com/alvaro_requena/Primera-quincena_0_556744453.html),
el viernes 16 de enero de 2015)
Apenas
comienza el 2015 y ya llevamos una agenda incumplida de promesas y expectativas
que desafía toda esperanza. El jefe del Estado sigue su viaje de múltiple
propósito y familiar, por exóticos países orientales y la frialdad del ambiente
se evidencia en sus vestimentas y en sus caras. No sabemos con certeza qué ha
conseguido y en qué ha patinado. Él habla generalidades inespecíficas y
anodinas que no se cree nadie, pero que tampoco sirven para entusiasmar a alguien.
Me
imagino sus argumentos: préstenme plata, somos buenos pagadores. Nuestras
industrias básicas son las mejores, fíjense que por lo pepeadas que son, los chinos
las quieren administrar; controlen los precios del petróleo.
Mientras
tanto en la tierra del sol amada, colas en todas partes, para ver si con
paciencia conseguimos llegar a que me toque aunque sea una unidad de lo que hoy
estén vendiendo aquí: detergente, pollo, cloro, harina Pan, jabón, desodorante,
azúcar, carne, etc.
Ya
todos sabemos que los anaqueles están vacíos, muchos comercios ni abren. Los
mercados municipales y las grandes casas de abastos del gobierno, están tan
vacías como las privadas. Las farmacias dan dolor. Los “No hay” son ubicuos.
Tampoco
hay dólares o, mejor dicho, de los pocos que hay, todavía no se puede saber
cuánto valen. No hay decisiones económicas claras y las que se supone que hay
son engorrosas y no se entienden.
El
desagrado y la desesperación están en la calle. Las horas invertidas en las
colas o en las búsquedas de productos básicos son una pérdida económica y de
estima personal incalculable, sobre todo cuando aparece la frustración de no
encontrar lo necesitado. Madres y padres que tienen que hacer largas colas no
pueden atender con la dedicación debida a sus menores hijos ni cumplir con sus
empleos.
Las
personas somos muy vulnerables cuando se nos insinúa la angustia de no poder
cumplir con nuestros hijos en lo básico y solemos reaccionar con metas poco
claras pero actitudes muy decididas de conseguir lo que necesitamos. No es la
primera vez que en Venezuela vivimos situaciones tan tensas y con tan pocas
salidas. Gobiernos anteriores lograron quitar el fusible y destrancar el juego,
pero el mal estaba hecho y el precio lo hemos pagado con creces. Lo estamos
pagando. Un estallido social no es la obra de un grupo político ni de una
ideología concreta, es mucho más básico y fundamental. El oficialismo dice que
la oposición no está preparada para un estallido social y es verdad, el
gobierno tampoco. En una situación de ese tipo, irrefrenable, incontrolable y
sin identificación política alguna, perderemos todos y se agravará aún más el
problema actual.
Ya
es hora de que el gobierno busque la manera de ponerle de nuevo la espoleta a
la situación que por incapacidad y negligencia está causando. Por el momento
los venezolanos sentimos el aumento de la presión interna y olemos el humo de
las pantallas encubridoras, pero, luego de este viaje insólito e innecesario,
además sentimos la desconexión con la realidad de quienes pretenden manejarla.