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viernes, 24 de julio de 2009

Ardid

(Artículo de opinión publicado en la página 9 del diario El Nacional, el viernes 24 de julio de 2009)

Varias veces se ha dicho que Zelaya regresará a Honduras hoy, 24 de julio. Si fuese así, les puedo asegurar que tendremos un día de asueto conmemorativo muy agitado, con una tensión sólo comparable a la de los episodios de algunas de las series de televisión o las transmisiones de la guerra de Irak. Pasaremos horas angustiosas y llenas de incertidumbre.

Honduras, puede haberse convertido en un verdadero polvorín. No se necesita mucha mecha para que estalle un conflicto bélico de proporciones inconmensurables por un asunto tan escabroso y difícil de resolver como el planteado actualmente en ese país y por extensión en los países centroamericanos y aquellos del área de influencia castrista.

No ha habido ningún tipo de distensión en este conflicto. La posición del gobierno actual hondureño ha sido constante y, aparentemente, sólida. Esperamos que su actitud sea de amnistía futura y retorno rápido a la normalidad, pero también entendemos que amnistía sin propósito de enmienda o propuesta de cambio radical, no es viable. Si Zelaya se entregase para ser juzgado por los tribunales de su país, como Fujimori o Pérez Jiménez, estaríamos hablando de algo más trascendente y de mayor sentido que esta serie dramática que puede derivar en una guerra.

Lo que está claro, es que la política en nuestros países es hoy un juego tramposo, en el cual, hagas lo que hagas, si no estás de acuerdo con el principio básico de la manipulación ideológica castrocomunista, pierdes. Los Estados Unidos no tienen para donde coger; si no apoyan a Zelaya, son golpistas, imperialistas e intervencionistas, si lo apoyan, son aliados del castrocomunismo internacional. Zelaya, tampoco tiene para donde coger y muy arrepentido debe estar por haber atendido a los susurros estratégicos que le llevaron a la jugada que le salió mal, ¿o le salió bien?

Lo que estamos viviendo actualmente nos es conocido, al menos teóricamente. Quizá nunca imaginamos que lo viviríamos, pero ciertamente lo habíamos padecido durante la lectura de las novelas ”El Proceso“ de Kafka y “1984” de Orwell. Pero fue en la novela “Trampa-22” (En inglés: Catch-22) del norteamericano Joseph Heller, donde se le dio forma a ese acto que es la estratagema de asumir que se tiene el derecho de hacer cualquier cosa que los demás no podamos impedirles hacer, ya que la imposibilidad de impedirlo nace del derecho de hacerlo y éste está garantizado por la combinación de la fuerza bruta con explicaciones y justificaciones legalistas, en una lógica circular que, además, en sí misma, es contradictoria: el solo hecho de oponerse implica una acción inaceptable e ilegal, pero el hecho de apoyar o aceptar, implica, a su vez, apartarse del principio moral y de justicia que es base de la norma o ley en cuestión.

Eso fue lo que pasó en Honduras. Zelaya llevó adelante actos en contra de la Constitución y otras leyes, en nombre del pueblo soberano que es el principio primordial y básico de la Constitución y las leyes que, a su vez, prohíben sus acciones y estas, rotas y vigentes no tienen la fuerza necesaria para impedir su tergiversación y mal uso, es entonces necesaria la fuerza bruta para reforzar el principio de las leyes y se cae en el círculo de las acciones en contra del pueblo y de las leyes emanadas del mismo y así hasta el infinito. No hay solución posible, excepto el cumplimiento de la Ley, sin estratagemas. Allá, y aquí también.

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