Sitio virtual donde se archivan los ensayos periódicos que escribe Álvaro G. Requena, sobre la situación política, social, económica y de salud en Venezuela.

sábado, 3 de noviembre de 2007

Falta un mes

(Artículo de opinión publicado en la página 17 del diario El Nacional, el 2 de noviembre de 2007)

En treinta días vamos al referéndum por la reforma constitucional. En caso de no salir aprobada o de postergarse la consulta para la aprobación de las propuestas, la situación política se verá muy comprometida, pues ya sabemos lo amargamente retaliativos que son los seguidores del comandante y sus estrambóticas ideas. Disentir es causa de amenaza, enfrentamiento y descalificación política y personal.

Los dirigentes gubernamentales han perdido todo respeto por el ciudadano, no consideran necesario dar explicaciones por importante que éstas sean. De 33 proposiciones presidenciales para ser votadas de forma conjunta, ya van 69, pues los mandamases sin autoridad de la Asamblea Nacional, no se podían quedar atrás ante el atropello que significó que los pusieran a debatir sobre propuestas que ellos no podían cambiar y el pueblo tendría que votarlas en bloque, sin desglose posible. La solución fue proponer más reformas que las presidenciales y asegurarse su aprobación yendo pegados a las propuestas presidenciales y que todas fuesen votadas conjuntamente. Seguro que muchos de ellos piensan que de esa manera conservaron su independencia y su autonomía. Sólo inclinaron las cabezas, se sintieron menos nariceados y no tuvieron que poner ambas rodillas en el frío suelo, sólo una.

Pero ahora el problema es peor. Antes, con 33 artículos por reformar, era fácil entender que lo esencial era que el Presidente quiere eternizarse en el poder y mantenernos a todos pendientes de portarnos “bien” para no quitarnos lo que nos pertenece. Ahora, con tantas proposiciones, ya no sabemos qué es que, pues además de mandar toda su vida, ahora nos están diciendo que lo hará, si él quiere, con poderes extraordinarios y que entre esos poderes estarán el de juzgarnos sin poder chistar o tener un juicio justo y apropiado y, lo que es peor, no nos informarán por qué nos enjuician o nos meten presos. Y mientras eso sucede, no sabremos qué está pasando, ni dónde ni cuándo y no podremos preguntar, pues sólo seremos informados de aquello que el Gobierno desee.

Las constituciones surgieron de la necesidad de limitar el uso del poder en los Jefes del Estado, evitando así los abusos, los marginamientos y las diferencias entre los habitantes. Nos hemos olvidado de eso y estamos pasando de una constitución restrictiva del abuso de poder a una permisiva y estimuladora de los abusos y las injusticias. No se está legislando, se está invirtiendo el proceso. La derogación de derechos y libertades, es un retroceso a la era del sálvese quien pueda y de las leyes embudo: lo ancho para unos y lo estrecho para quien no esté con el proceso.

No tenemos muchas salidas a la trampa yuguladora planteada. Espero, por el bien de todos, que no se apruebe la reforma. El debate debió ser más extenso e incluyente y las opiniones y el disenso estar representados. Votar semejantes reformas en conjunto es tramposo y artero. Deberían votarse por separado.

En todo caso y sin esperar tiempos mejores, hay que decir lo que se piensa. Sea como sea, pero, insisto, decirlo en todos los ámbitos, en el hogar, entre los amigos, por el radio y la televisión, los periódicos, los foros y en las urnas. Nuestra voz ciudadana tiene que ser oída, no nos podemos quedar callados ni paralizados. Votar es esencial. Los Si y los No tienen que ser contabilizados, aunque la verdad de esa cuenta sólo la lleguen a conocer quienes emitieron el voto y quienes lo “reformaron”.

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